> 21 Diagnóstico y estadificación. Manifestaciones clínicas Los marcadores tumorales no son pruebas diagnósticas definitivas, pero permiten orientar junto con otras herramientas diagnósticas el estudio de una masa anexial sospechosa (1). El CA125 es el marcador más utilizado y se considera el mejor marcador disponible en este momento. Presenta peor sensibilidad y especificidad en estadios precoces (elevación en el 50 % de los casos), mientras que se encuentra elevado en el 80-90 % de los estadios avanzados (1). Puede ayudar a orientar el diagnóstico y las opciones de tratamiento, pero no es útil como test de cribado del cáncer de ovario. La presencia de índices de masa corporal (IMC) elevados, la etnia, la edad o los procesos inflamatorios pueden alterar su valor (2). La proteína epididimal humana 4 (HE4) puede servir como complemento al CA125 puesto que eleva su sensibilidad y especificidad (1). Además, no se altera por patología benigna como endometriosis o patología inflamatoria como sucede con el CA125 (2). El CA19.9 y el antígeno carcinoembrionario (CEA) se elevan en tumores mucinosos y en tumores de origen digestivo que han metastatizado en el ovario (tumor de Krukenberg). La alfafetoproteína (AFP) y la fracción beta de la gonadotropina coriónica humana (BHCG) pueden elevarse en tumores no epiteliales, más frecuentes en mujeres menores de 40 años (2). MANIFESTACIONES CLÍNICAS El cáncer de ovario no produce síntomas o son muy larvados hasta que la enfermedad se encuentra en un estadio avanzado. Un pequeño porcentaje de las pacientes se encuentran asintomáticas y el cáncer suele diagnosticarse de manera incidental con el hallazgo de una masa anexial durante una exploración pélvica, prueba de imagen o una cirugía por otro motivo. La gran mayoría de las pacientes (60-70 % de los casos) presentan escasos síntomas, lo que retrasa la visita al médico. Los síntomas suelen ser poco específicos y atribuidos a trastornos gastrointestinales o urológicos. Es característico que sean persistentes y que supongan un cambio respecto a la normalidad de la paciente. Frecuentemente, las pacientes refieren distensión abdominal progresiva, dolor abdominal o pélvico, sensación de plenitud abdominal frecuente y precoz incluso con ingesta de pequeñas cantidades, síntomas urinarios de urgencia y polaquiuria, molestias con la deposición o sangrado genital. En algunas ocasiones, la paciente presenta una clínica aguda relacionada con una enfermedad más extendida. La presencia de ascitis masiva causa distensión abdominal grave y el derrame pleural produce dificultad respiratoria. La obstrucción intestinal producida por la diseminación tumoral en la cavidad abdominal puede producir náuseas y vómitos. De manera infrecuente, pueden asociarse síntomas relacionados con un tromboembolismo venoso. Muy raramente la paciente puede desarrollar un síndrome paraneoplásico (cuadros dermatológicos, neurológicos, hematológicos o reumatológicos, entre otros) (4,5).
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