Guía OncoSUR - Infecciones en pacientes con tumor de órgano sólido

Guí a OncoSur de infecc ione s en pac i ente s con tumor de órgano sól ido 108 > CONSIDERACIONES GENERALES Seguridad de las vacunas La administración de vacunas inactivadas en pacientes con tumores de órgano sólido es segura, aunque la respuesta inmune específica varía y depende del tipo de tumor y de la terapia que reciba el paciente. En el caso de las vacunas vivas atenuadas, la replicación del microorganismo vacunal tras su administración puede estar aumentada en estos pacientes, por lo que en general están contraindicadas (6). Efectividad de las vacunas La eficacia de la mayoría de las vacunas disponibles se ha establecido claramente en receptores inmunocompetentes; sin embargo, la mayoría de los datos sobre vacunación en pacientes con tumores de órgano sólido provienen de estudios con escasa potencia que incluyen pacientes con diferentes tipos de cáncer y tratamientos de quimioterapia, y que utilizan diversas definiciones de respuesta a la vacuna (4). No está bien establecido si los criterios y niveles de protección definidos en individuos sanos, y a menudo en lactantes o niños, son pertinentes en los pacientes inmunodeprimidos. Tampoco hay datos consistentes sobre la duración a largo plazo de la respuesta a las vacunas. La disminución progresiva de la respuesta inmune posvacunal es una característica fisiológica; en los pacientes inmunocomprometidos, este descenso puede ser más frecuente y más marcado (1). Las evaluaciones individuales de anticuerpos específicos inducidos por la vacuna pueden ayudar a decidir la revacunación, pero estas pruebas no siempre están disponibles. ¿Cuándo vacunar? El momento en el que se administran las vacunas a pacientes con tumores de órgano sólido es clave para lograr una mejor protección. Se recomienda administrar las vacunas antes de una inmunosupresión planificada, si es posible (1,6). Las vacunas inactivadas, en general, deben administrarse al menos 2 semanas antes del inicio de la quimioterapia u otros inmunosupresores, para maximizar la respuesta inmune. Las vacunas fabricadas con microorganismos vivos atenuados deberían administrarse al menos 4 semanas antes de la terapia inmunosupresora o un mínimo de 3 meses después de su interrupción (aconsejable, 6 meses); en los pacientes que reciben regímenes que incluyen anticuerpos antilinfocitos B, como rituximab, la vacunación debe retrasarse hasta 6-12 meses después del tratamiento para que la respuesta del sistema inmunológico sea la adecuada (5). Los pacientes vacunados 14 o más días antes del tratamiento antineoplásico no requieren revacunación, a menos que la vacunación haya sido incompleta o estén indicadas dosis de refuerzo; los títulos de anticuerpos frente a las vacunas recibidas antes del tratamiento se recuperan en cierta medida y, además, se preservan los linfocitos T de memoria. Los pacientes vacunados durante la quimioterapia deben volver a vacunarse 3 o más meses después de finalizada esta (según el tratamiento recibido) (2).

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